El acrónimo APP es como se conoce de forma coloquial y técnica a las aplicaciones que empleamos cada día en nuestro smartphone y tablet.
Gracias a ellas somos capaces de comunicarnos, divertirnos, interactuar con otras personas de cualquier punto del planeta, hacer negocios, informarnos y comprar, entre otras muchas cosas.
Técnicamente se diferencian por cómo se han construido y programado. Podemos distinguir entre aplicaciones nativas, realizadas con el lenguaje de programación propio de la plataforma donde se comercializarán: iOS, Android, etc.; aplicaciones web (o webapps) que se han programado con una tecnología basada en lenguaje web, quizás menos sofisticadas a nivel de programación y capacidades pero que son válidas para un uso vía internet; y aplicaciones mixtas, realizadas en lenguaje web, pero que puedes disponer de ellas en los markets y pueden acceder a ciertas capacidades de los dispositivos móviles que las púramente web no pueden.
Todas estas características se traducen en horas de programación específicas que comportan inversiones más altas en el caso de las APPs nativas, sobre las webapps o las mixtas.
Es cierto que las aplicaciones más empleadas y conocidas del mercado son APPs nativas, pero no hay que darle la espalda a soluciones tecnológicas más sencillas que permitan la viabilidad de los proyectos en fases iniciales para, en el futuro y con mayor músculo financiero, afrontar proyectos más ambiciosos.